El cuento de Lewis Carroll inspirado en la pequeña Alicia Liddell es un ejercicio de narrativa cuidada y loca. Original. Durante décadas, ilustradores de todo el mundo se han visto atraídos por sus personajes y han aportado sus visiones y trazos. El primero en hacerlo de manera inigualable fue el gran John Tenniel. Ahora el libro cumple 150 años y sigue conquistando al mundo con sus antiguas y nuevas ilustraciones
Desde luego, qué suerte la de Alicia. Ojalá apareciera ahora de pronto, como le sucede a ella en Alicia en el País de las Maravillas, un Conejo Blanco parlanchín al que seguir hasta su madriguera. Y de paso, ojalá descendiéramos, casi volando hacia el centro de la Tierra, a otra realidad. Sin duda, qué gran suerte tendríamos si nos topáramos con una botella que diga «Bébeme», y que sabiendo un poco a flan, a piña, a pavo relleno, a caramelo y a tostadas con mantequilla, pudiéramos plegarnos cual catalejo y así cruzar una puertecita que conduce a mundo de disparates y sensatez a partes iguales.
Tantas cosas extrañas le ocurren a Alicia en el cuento que nada le parece imposible. En el libro, el nonsense (sin sentido) creado por Charles Lutwidge Dogson (Cheshire, Reino Unido, 1832 – Surrey, Reino Unido, 1898), más conocido como Lewis Carroll, se mezcla con una apabullante lógica que ha logrado sobrevivir 150 años. ¿Cuánto hay de locura y de sensatez en el texto? Quién puede saberlo con exactitud. En él conviven personajes tan extraños como el Conejo Blanco, el Sombrerero, el Gato de Cheshire o la Reina de Corazones con justificaciones lógico-matemáticas evidentes argumentadas durante años.
«Alicia es incombustible. Es un clásico con tanta magia e imaginación… Es para todas las edades y puede llegar a cualquier tipo de público, aunque creo que como tiene ese mundo de fantasía llega muy bien a los niños», explica la ilustradora Ester García. En referencia a su particular locura, la también ilustradora Ana Juan cree que está lleno de una lógica aplastante y por eso llega a ser, en ocasiones, «un libro tan complejo». «El Gato de Cheshire, que se convierte en un bufón, es como una especie de Groucho Marx con socarronería, pero lógica. Eso te lleva a plantearte muchas cosas. A pensar y a despensar», añade la ilustradora.

F. Vicente
Una tarde en barca
La historia nació una tarde de verano. El 4 de julio de 1862 Lewis Carroll salió a pasear en barca por el Támesis con las tres hijas de Henry George Liddell, el decano del Christ Church College, donde trabajaba como profesor. Estas le habían pedido un cuento y él comenzó la historia imaginándose a Alicia, la mediana de las tres niñas y su favorita, cayendo por una madriguera. Al terminar el paseo, la pequeña le animó a que escribiera el cuento. Así nació una primera versión llamada Las aventuras subterráneas de Alicia, con 37 ilustraciones realizadas por el propio autor.
Tiempo después, debido a la popularidad del relato, Carroll decidió editarlo con 42 ilustraciones originales creadas por John Tenniel basándose en sus dibujos. Sin embargo, Tenniel no dio el visto bueno a la primera tirada porque no se reprodujeron como él quería y Carroll destruyó sus 2.000 ejemplares. Así, la versión definitiva de Alicia en el País de las Maravillas se haría esperar hasta noviembre de 1865. Seis años después llegaría Alicia a través del espejo (1871) y en 1890, Alicia para los pequeños, con 20 de las ilustraciones coloreadas.

Gabriel Pacheco
Las mil versiones ilustradas
Hoy numerosas publicaciones recogen ambas historias en un solo tomo; ha llegado a otras artes cautivando a grandes como Salvador Dalí, Walt Disney, Tim Burton, Aerosmith o Marilyn Manson; y decenas de ilustradores de todo el mundo han creado sus propias versiones. Tenemos Alicias rubias, morenas, castañas y pelirrojas. Hay Alicias más bajitas, más altas, más pecosas o menos. En torno a todas ellas, la editorial Edelvives celebra su ‘Feliz no cumpleaños’, una exposición con ilustraciones de maestros como Carmen Queralt, Javier Zabala, Benjamin Lacombe, Ana Juan, Emilio Urberuaga, Miguel Ordóñez, Ester García, Adolfo Serra, Gabriel Pacheco y Rébecca Dautremer, entre otros. Todos demuestran lo que pasa cuando leemos el mismo libro y en nuestra mente se activan paisajes, personajes y visiones diferentes.
«Todo lector, por definición, es ilustrador o ilustradora. La única diferencia con respecto a uno profesional es que el resto no tiene una cierta habilidad manual», relata Emilio Urberuaga, para quien John Tenniel es el responsable de que decidiera dedicarse al dibujo. «Cuando tú te imaginas a un personaje es como cuando te lo imaginas en sueños. Qué pasaría si te despertases y te dijeran, ¿cómo es la cara de la persona con la que estás soñando? Pues bien, nosotros tenemos el apoyo del lapicero para acercarnos a ese personaje que hemos visto en sueños o en nuestra cabeza. Es el único mérito que puede haber», añade.

Benjamin Lacombe
El reto
Adolfo Serra nunca se había animado a ilustrar Alicia en el País de las Maravillas. Le parecía una historia compleja, con unos personajes también complejos, y muy grabada en el imaginario colectivo. Sin embargo, esa complejidad fue al final el reto que le animó a coger el lápiz. Para él la historia de Alicia es un poco parecida a la de El Principito: «Cuando lees el libro de pequeño te llegan unas cosas, cuando lo lees con otra edad consigues ver entre líneas y te llega de otra forma. Creo que eso es lo bonito de la literatura y de ciertas obras, que llegan de distinta manera en función de la edad, y que las vuelves a coger y a releer a medida que vas creciendo».
Para Miguel Ordóñez, en cambio, Alicia en el País de las Maravillas es un libro sobrevalorado, aunque considera «que aporta una manera de narrar un cuento infantil -con un punto surrealista, transgresor y de imaginación- en el momento adecuado para ello». Para él, «en términos históricos es ya un icono de la literatura y eso hace surjan constantes estudios y reinterpretaciones que lo hacen más grande cada día».

Emilio Urberuaga
El mensaje
La especial atracción de Carroll por la pequeña Alicia Liddell no ha sido vista con buenos ojos. Es cierto que el profesor adoraba a la niña y que la había retratado en numerosas ocasiones junto a sus hermanas, pero nada de eso es suficiente para considerarlo un pedófilo como han hecho los medios de diferentes épocas.
No hay pruebas de que Carroll traspasara los límites y por ello ahora solo podemos juzgarlo por su obra. «Es un tema delicado», afirma Ana Juan. «Un trato con el mundo infantil que está más allá de lo establecido, o de lo que se considera normal, siempre levanta suspicacias, que pueden ser reales o no. Le ocurrió también a Barry, el creador de Peter Pan. Hay gente que disfrutaba de esa inocencia, de la lógica aplastante que puede tener también un niño».
Para ella, lo que hizo Carroll con Alicia fue enfrentarla a la violencia de un mundo por descubrir. «Ese mundo no es tan ingenuo ni tan bonito como aparenta. El cuento habla del final de la niñez, del momento en que la pequeña debe enfrentarse a lo que es el mundo adulto, un mundo donde esa libertad infantil se ha acabado». Mientras, reconoce que le encantan las seis cosas imposibles que el padre de Alicia le pide que piense antes de desayunar. «Una: hay una poción que te puede hacer encoger; dos: un pastel que te puede hacer crecer; tres: los animales hablan; cuatro: los gatos pueden desaparecer; cinco: hay un lugar llamado País de las Maravillas, y seis: puedes matar al Jabberwocky». Casi nada.
La muestra ‘Feliz no cumpleaños‘, organizada por Edelvives, podrá verse en el Museo ABC de Madrid hasta el 3 de abril. Para la ocasión, la editorial acaba de publicar una cuidada edición del libro con las ilustraciones de John Tenniel coloreadas por Harry Theaker y Diz Wallis. El libro incluye un prólogo de Philip Pullman, Alicia en el País de las Maravillas, A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, además de otros textos.
*El texto se creó para el medio de comunicación Gonzoo.com.